La Meditación: Un Camino a la Felicidad
toma de conciencia y análisis de la realidad son las claves para una vida en armonía".
por Gemma Gil Flores.
Los budistas parecen más felices que otras personas y, a juzgar por los estudios científicos, así es. Pruebas realizadas en la Universidad de Madison, Wisconsin (EEUU), han demostrado que los budistas experimentados presentan una mayor actividad cerebral en el lóbulo prefrontal izquierdo, una zona relacionada con las emociones positivas, el autocontrol y el temperamento. Asimismo, otro grupo de investigadores en California ha detectado que la práctica de la meditación ayuda a controlar el órgano relacionado con el recuerdo del miedo.El lama Ole Nydahl, durante la conferencia ofrecida en la Universidad Francisco Marroquín, en Guatemala.
Cuando María del Carmen Rivera se aproximó al Budismo, hace ocho años, estaba atravesando una crisis matrimonial. “Sufría, y mi primera opción fue acercarme al catolicismo, pero no funcionó. Cuando acudí a una conferencia de Marco Antonio Karam, fundador de la asociación Casa Tíbet en México, me di cuenta de que había encontrado exactamente lo que buscaba”, afirma. Desde entonces acude a las reuniones semanales y se sienta media hora al día a meditar. ¿Es más feliz? “Olvídate, me va súper”, exclama con una sonrisa radiante.
Frente a ella, sentada en posición de flor de lotto, Claudia Cordón asiente. No hace ni un año que se acercó a esta enseñanza oriental y sus relaciones familiares han mejorado sustancialmente. “Antes visitaba a mi madre cada dos meses, ahora nos vemos tres o cuatro veces por semana”, sostiene.
Emociones positivas, tabla de salvación en momentos de crisis, activador de las buenas comunicaciones intrafamiliares, pero ¿cuál es el secreto? Desde luego, no existe una receta infalible. El Budismo no constituye una fórmula mágica para resolver los problemas y alcanzar la felicidad. Sin embargo, este método de autodisciplina ética funciona para los más de 450 millones de seguidores que tiene repartidos por el mundo.
El hecho de que entre sus adeptos se encuentren rostros tan populares como los de Richard Gere o Penélope Cruz ha llevado a esta doctrina a la primera plana de los medios de comunicación. No obstante, más allá de la modas impuestas por los protagonistas del papel couché, el Budismo es una tradición espiritual con más de dos milenios de antigüedad.
Una tradición milenaria
El Budismo es una filosofía moral que no se basa en la fe en un dios, como las religiones, sino en la experiencia vital. Comenzó hace 2 mil 550 años con Siddhartha Gautama, también conocido como Shakyamuni. Este buda (“el despierto”) había nacido en una familia acomodada, pero al ser testigo de las desigualdades sociales, las injusticias y el dolor que le rodeaba, quiso investigar por qué el ser humano es desdichado.
Un largo camino de ascetismo y meditación llevaron a Shakyamuni a experimentar la iluminación, es decir, consiguió averiguar por qué sufrimos y cuál es el camino para superar ese dolor. Sus enseñanzas pronto consiguieron un nutrido número de seguidores, al punto de que tres siglos después de su muerte su doctrina se había extendido por toda Asia. Sus preceptos habían conseguido cuando menos ofrecer un sendero para vivir en armonía.
En búsqueda de la dicha
“Una causa del sufrimiento se encuentra en el deseo, en buscar la felicidad en estímulos materiales que nos pueden dar un placer temporal pero no duradero”, explica Marco Antonio Karam. “La frustración nace cuando proyectamos nuestros deseos de permanencia, estabilidad y autonomía a un mundo que es impermanente, cambiante e interdependiente”, añade. Por tanto, el camino hacia la felicidad comienza por admitir la verdadera naturaleza de las cosas.
De acuerdo con la enseñanzas de Gautama, el bienestar no procede del exterior sino de uno mismo. De ahí la importancia de la meditación. “Trabajamos con nuestra mente, porque las cosas te duelen por la forma en que te relacionas con ellas”, afirma María del Carmen. Ni ella ni sus compañeros dudan en señalar que la mente constituye la piedra angular para alcanzar la dicha. Pero, ¿por qué es tan importante?
Según la doctrina budista, la mente es una energía, que no se crea ni se destruye sino que se transforma. Por tanto, cuando el cuerpo material muere, ésta vuelve a renacer en otro cuerpo. La idea de la reencarnación conduce directamente a otro principio básico: el Karma, es decir, cada momento presente es consecuencia de todos los actos pasados. De la misma manera, el futuro será consecuencia de la acción presente. Comprehender esta relación causa-efecto supone el punto de partida de una conducta más ética, ya que la próxima vida dependerá de lo que se hace aquí y ahora.
“Las personas tienen que tomar responsabilidad de sus propias vidas y no creer que la sociedad o dios tienen la culpa de sus problemas, porque si no creemos que somos la causa de nuestras circunstancias ahora, ¿cómo vamos a construir nuestro futuro?”, afirmó Ole Nydahl, uno de los pocos lamas o maestros budistas occidentales, en su reciente visita a Guatemala.
Un comportamiento ético es aquel en el que la búsqueda de la sabiduría sustituye a la ignorancia, el amor al apego y la compasión a la aversión. Para lograr todo esto la clave, nuevamente, es la meditación. Una actividad que lejos de ser un ejercicio de relajación para poner el intelecto en blanco constituye un análisis crítico de uno mismo y del mundo que le rodea.
Quizá todo esto suene complicado, pero, como afirma Fernando Pérez, sicólogo y budista, “no es posible tocar una pieza de Bach la primera vez que uno se sienta frente a un piano, sino que es un proceso gradual”. Con la meditación ocurre lo mismo. Llegar a comprender el budismo supone un largo proceso de aprendizaje y disciplina, pero quizá bien merezca la pena, especialmente si, como afirma Marco Antonio Karam, “alcanzar la auténtica felicidad es posible”.
Decálogo budista
El lama Ole Nydahl presentó, en la conferencia ofrecida recientemente en la Universidad Francisco Marroquín, el siguiente decálogo de acciones virtuosas:
De cuerpo:
Respetar toda forma de vida.
Dar a los demás lo que necesitan y no robarles ni engañarles.
Desarrollar una actitud sexual sana. El cuerpo es un elemento neutral. Si la mente es buena, el cuerpo actuará bien.
De palabra:
Decir la verdad. Existen dos clases de mentiras graves: aquellas que se dicen para herir a los otros y aquellas que tratan sobre logros espirituales.
Utilizar un lenguaje conciliador, para que las personas se lleven bien.
Hablar sobre asuntos significativos e importantes. Reflexionar lo que se dice.
De mente:
Desear a los demás la felicidad.
No odiar.
Ser generoso y cultivar un buen corazón.
Entender que los responsables de las cosas que nos ocurren somos, en primer lugar, nosotros mismos.
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